lunes, 26 de marzo de 2012

NAMIBIA. Los Himbas. PARTE 3


Los himbas, las tribus que habitan en el norte de Namibia, resultaron ser un soplo de aire fresco. Poco tiempo pasamos en la zona, menos de 24 horas, pero nos hacía falta vivir algo de la “pura África”, intercambiar 4 frases con gente diferente, con gente de aquí, ver movimiento humano, y que no fuera turista; beber unas cervezas en un bar local lleno de lugareños borrachos jugando al billar moviendo el culito al son de esas típicas melodías de organillo tan pegadizas que suenan en cualquier parte de este continente. Y es que llevábamos ya 10 dias literalmente metidos en el coche, sin música, kilómetros y kilómetros de diferentes paisajes de Namibia, sin rastro de vida humana, parando en lugares inhóspitos y desolados donde lo único que respiraba éramos nosotros. Al final se hace un poco monótono. Coincidimos todos en que la experiencia es impresionante y no tiene precio, pero la diversidad es la sal de la vida, y ya hacía falta un pequeño cambio.

Opuwo, el pueblo más importante de la zona al noroeste del país, nos sorprendió a todos. Sabíamos que allí empezaríamos a encontrarnos con los Himbas, a eso precisamente veníamos, pero ninguno esperaba lo que vimos. Es un pequeño pueblo lleno de contrastes donde todo se mezcla sin orden. Los himbas, los salvajes sin civilizar, deambulan entre el supermercado, las tiendas de los chinos y los bares locales, vestidos con sus trapos típicos, las mujeres con esas pieles de ternera de cintura para abajo y desnudas de cintura para arriba, solo decoradas  con collares, pulseras y otros menesteres que cuelgan de cualquier parte de su cuerpo, un cuerpo tintado de ese genial color rojo que les da el untaje que se ponen; los hombres visten con una especie de falda con pliegues que parece un tutu de bailarina, los más mayores se ponen la chaqueta Americana en la parte superior, y los más jóvenes cualquier camiseta, pero todos ellos llevan en sus manos el bastón pulido de madera de pastor. Los Hereros, la otra tribu que habita por aquí, los civilizados, recuerdan la estirada vida de los ricos colonos de hace más de 100 años; no se diferenciar a los hombres pero las mujeres llevan esos trajes largos, elegantes y pomposos de colorines que combinan con esos sombreros que simulan los cuernos de las vacas. Es curioso, las vacas aquí no son sagradas como en otros países del mundo pero están presentes de diferentes formas como signo de alabanza o respeto, supongo que porque es una de las mayores y mas importantes fuentes de alimentación y eso es algo a lo que adorar para un pueblo que históricamente siempre ha pasado hambre. Para poner la puntilla, todos ellos conviven con el africano común, que es aquel que no se diferencia por nada en especial, aquel que intenta sobrevivir de cualquier cosa sin seguir ninguna tradición en concreto.

El decorado de todos estos personajes, Opuwo,  es un potaje en el que se mezclan todas las comodidades que hemos creado los habitantes del primer mundo y que ya han llegado aquí, como los grandes supermercados y gasolineras  de famosas compañías donde puedes pagar con tarjeta de crédito; bancos con cajeros automáticos, tiendas de chinos; algunos residuos que aún quedan de la colonización Alemana, y todo ello adecentado con esa caótica y descuidada vida africana donde domina la falta de recursos para poder mantener todo sin que se desmorone. Casas de ladrillos medio derruidas o a medio hacer, un mercado local con casetas construidas a base de 4 palos y 4 chapas, puestos de comida donde con un poco de carbón, una olla abollada, cuatro trozos de carne y un montón de moscas alrededor, hacen algo de comer; y donde la vida es barata, porque así hacen que sea la gente más pobre y porque así ha sido siempre.

Por supuesto la guinda del pastel la pone cuando algo diferente aparece en ese decorado, como nosotros, llegamos con un 4x4, nos paseamos con nuestras ostentosas cámaras de fotos y nuestra descarada piel blanca, y el show comienza, el espectáculo para ellos es un regalo, nos salen un montón de novios que nos ofrecen viajes a los poblados himbas, o fotos a cambio de dinero, y nos salen otro montón de pretendientes que lo único que quieren es alguna cerveza gratis, y la piden sin ninguna oferta a cambio.

Así que allí pasamos el resto de tarde. Habíamos llegado sobre las 5 desde el sur. Nos tomamos un par de cervezas en el primer bar local que encontramos, y dimos un paseo por la zona del mercado. Decidimos probar algo de comida local pero era tarde y solo quedaban sobras, así nos dedicamos a jugar con los críos un rato, que nos miraban alucinados, e intercambiar alguna frase con los lugareños.
De vuelta al coche nos tropezamos con “Queen Elisabeth”, no recuerdo su nombre real, ni tampoco creo que nos lo dijera. Era una mujer negra, gorda, que nos vio y empezó a chapurrear palabras en español, y que decidimos elegir para que al día siguiente nos guiara a algún poblado Himba y nos explicara sus costumbres y tradiciones.

Nos paramos a dormir en una zona no muy lejos del pueblo, a unos metros de la carretera. Entre matorrales y arboles plantamos el coche y desplegamos las tiendas. No recuerdo mucho de esa noche, creo que cocinamos un arroz a la cubana para cenar, y nos dormimos con el sonido de la música que llegaba de alguna discoteca del  pueblo.

Al día siguiente nos despertamos sin prisas, somos un cuarteto un poco perezoso. Llegamos al supermercado donde “Queen Elisabeth” nos esperaba, nos ayudo a comprar algunas cosas para llevarles a los Himbas, parece ser que es lo que está establecido aquí, un saco de maíz, unos caramelos, azúcar y si le hubiéramos dejado se hubiera llevado medio supermercado.
La aldea que fuimos a visitar no estaba ni a 10 kilómetros de Opuwo, aunque “Queen” nos había asegurado que íbamos a una no turista a mas o menos 20 km. Nada más salir del coche aparecieron de la nada mujeres y más mujeres de la tribu que en 2 segundos desplegaron sus bolsas y empezaron a enseñarnos todos los abalorios que podíamos comprarles, pulseras, collares, brazaletes, etc…..No sé cuánto tiempo estuvimos en ese poblado, pero el 80% fue regateando y comprando chorraditas. Después nos metieron en una de sus casas, circular, de madera, barro y paja, donde una cría de 14 años nos mostro cómo y con que se perfuman y cómo y con que se untan los cuerpos y el pelo de rojo. Fue interesante. Los Himbas no se lavan con agua, “Queen” nos aseguro que no era porque no la tuvieran, la tienen, pero según ella, que tiene raíces Himbas, es porque simplemente no les gusta lavarse, por alguna longeva y estoy segura que explicable razón que no nos llego a decir, así que se untan la grasa que sacan de una planta mezclada con el polvo que consiguen moliendo la piedra roja que abunda en el lugar que es una especie de rodeno. Todo eso les protege la piel y el pelo de la suciedad y de la infección.  Para el olor, usan su propio perfume, queman la corteza de un árbol, como si fuera incienso y se la acercan al cuerpo para que penetre en los poros de su piel.

Su alimentación se resume a leche de vaca con maíz, pero a simple vista no parecen muy desnutridos.  Estoy segura que en pleno siglo 21 algo habrá cambiado pero no llegamos a verlo.
Nos fijamos que a todas las mujeres les faltan 2 dientes de la parte inferior, se los quitan para imitar a las vacas, que no los tienen.
Los hombres estaban por ahí sentados, ninguno llevaba ningún ropaje tradicional, “Queen”  nos dijo que las cosas están cambiando, muchos de los niños estudian y casi todos ellos cuando crecen elijen “la otra vida” como la llama ella, como ella misma elijio, lo que no consiguieron los cansinos misioneros cristianos en la colonización lo está consiguiendo poco a poco el avance implacable del progreso. Ellos solo observaban, parecían como aburridos, cansados de la vida que les toca vivir, ni siquiera se movieron con nuestra presencia, bueno si, cambiaron de lugar cuando el sol hizo que la sombra lo hiciera también. No sé porque la mayoría de las mujeres siguen llevando el mismo disfraz que hace cientos de años, pienso es una mezcla entre la tradición, la coquetería, y en resumen la llamada de atención, que es la base del pequeño negocio que tienen para conseguir algo de dinero con que comprar algún capricho de la atrayente vida occidental que ya está a su alcance, algún bolso, algún sujetador que se ponen y enseñan sin pudor y sin vergüenza, o tomarse alguna cocacola o cerveza cuando van al pueblo. En fin, supongo que nada es eterno, y nadie puede negarles el cambio cuando el resto de la humanidad lo ha elegido ya hace tiempo, pero es un placer y un lujo haber visto un corto suspiro de ese diferente y centenario estilo de vida.

A la vuelta a Opuwo estábamos ya tan metidos en esa atrayente y diferente vida africana que ninguno queríamos irnos, así que paramos en un bar y perdimos algo de tiempo tomándonos un par cervezas para alargar el momento y observar esa extraña y nada aburrida vida local antes de que nos decidiéramos a partir, una pena…….. pero “ the show must go on”…….quien sabe lo que nos espera en el próximo rincón de este precioso país……… 

Escrito por Ariadna.

1 comentario:

  1. con diferencia es los más gratificante...la gente! nos pasó lo mismo al sur de etiopía con los karo, hummer, mursi..al final es un poco zoo humano, pero como bien dices (y escribes!) vale la pena. aunque solo se pueda ver ya un resquicio. buri

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