Los himbas, las tribus que habitan en el norte de Namibia,
resultaron ser un soplo de aire fresco. Poco tiempo pasamos en la zona, menos
de 24 horas, pero nos hacía falta vivir algo de la “pura África”, intercambiar
4 frases con gente diferente, con gente de aquí, ver movimiento humano, y que
no fuera turista; beber unas cervezas en un bar local lleno de lugareños
borrachos jugando al billar moviendo el culito al son de esas típicas melodías
de organillo tan pegadizas que suenan en cualquier parte de este continente. Y
es que llevábamos ya 10 dias literalmente metidos en el coche, sin música,
kilómetros y kilómetros de diferentes paisajes de Namibia, sin rastro de vida
humana, parando en lugares inhóspitos y desolados donde lo único que respiraba
éramos nosotros. Al final se hace un poco monótono. Coincidimos todos en que la
experiencia es impresionante y no tiene precio, pero la diversidad es la sal de
la vida, y ya hacía falta un pequeño cambio.
Opuwo, el pueblo más importante de la zona al noroeste del país,
nos sorprendió a todos. Sabíamos que allí empezaríamos a encontrarnos con los
Himbas, a eso precisamente veníamos, pero ninguno esperaba lo que vimos. Es un
pequeño pueblo lleno de contrastes donde todo se mezcla sin orden. Los himbas,
los salvajes sin civilizar, deambulan entre el supermercado, las tiendas de los
chinos y los bares locales, vestidos con sus trapos típicos, las mujeres con
esas pieles de ternera de cintura para abajo y desnudas de cintura para arriba,
solo decoradas con collares, pulseras y otros
menesteres que cuelgan de cualquier parte de su cuerpo, un cuerpo tintado de
ese genial color rojo que les da el untaje que se ponen; los hombres visten con
una especie de falda con pliegues que parece un tutu de bailarina, los más
mayores se ponen la chaqueta Americana en la parte superior, y los más jóvenes
cualquier camiseta, pero todos ellos llevan en sus manos el bastón pulido de
madera de pastor. Los Hereros, la otra tribu que habita por aquí, los
civilizados, recuerdan la estirada vida de los ricos colonos de hace más de 100
años; no se diferenciar a los hombres pero las mujeres llevan esos trajes
largos, elegantes y pomposos de colorines que combinan con esos sombreros que
simulan los cuernos de las vacas. Es curioso, las vacas aquí no son sagradas
como en otros países del mundo pero están presentes de diferentes formas como
signo de alabanza o respeto, supongo que porque es una de las mayores y mas importantes
fuentes de alimentación y eso es algo a lo que adorar para un pueblo que
históricamente siempre ha pasado hambre. Para poner la puntilla, todos ellos
conviven con el africano común, que es aquel que no se diferencia por nada en
especial, aquel que intenta sobrevivir de cualquier cosa sin seguir ninguna
tradición en concreto.
El decorado de todos estos personajes, Opuwo, es un potaje en el que se mezclan todas las
comodidades que hemos creado los habitantes del primer mundo y que ya han
llegado aquí, como los grandes supermercados y gasolineras de famosas compañías donde puedes pagar con
tarjeta de crédito; bancos con cajeros automáticos, tiendas de chinos; algunos
residuos que aún quedan de la colonización Alemana, y todo ello adecentado con esa
caótica y descuidada vida africana donde domina la falta de recursos para poder
mantener todo sin que se desmorone. Casas de ladrillos medio derruidas o a
medio hacer, un mercado local con casetas construidas a base de 4 palos y 4
chapas, puestos de comida donde con un poco de carbón, una olla abollada,
cuatro trozos de carne y un montón de moscas alrededor, hacen algo de comer; y
donde la vida es barata, porque así hacen que sea la gente más pobre y porque así
ha sido siempre.
Por supuesto la guinda del pastel la pone cuando algo diferente
aparece en ese decorado, como nosotros, llegamos con un 4x4, nos paseamos con nuestras
ostentosas cámaras de fotos y nuestra descarada piel blanca, y el show
comienza, el espectáculo para ellos es un regalo, nos salen un montón de novios
que nos ofrecen viajes a los poblados himbas, o fotos a cambio de dinero, y nos
salen otro montón de pretendientes que lo único que quieren es alguna cerveza
gratis, y la piden sin ninguna oferta a cambio.
Así que allí pasamos el resto de tarde. Habíamos llegado
sobre las 5 desde el sur. Nos tomamos un par de cervezas en el primer bar local
que encontramos, y dimos un paseo por la zona del mercado. Decidimos probar
algo de comida local pero era tarde y solo quedaban sobras, así nos dedicamos a
jugar con los críos un rato, que nos miraban alucinados, e intercambiar alguna frase
con los lugareños.
De vuelta al coche nos tropezamos con “Queen Elisabeth”, no recuerdo
su nombre real, ni tampoco creo que nos lo dijera. Era una mujer negra, gorda,
que nos vio y empezó a chapurrear palabras en español, y que decidimos elegir
para que al día siguiente nos guiara a algún poblado Himba y nos explicara sus
costumbres y tradiciones.
Nos paramos a dormir en una zona no muy lejos del pueblo, a
unos metros de la carretera. Entre matorrales y arboles plantamos el coche y
desplegamos las tiendas. No recuerdo mucho de esa noche, creo que cocinamos un
arroz a la cubana para cenar, y nos dormimos con el sonido de la música que
llegaba de alguna discoteca del pueblo.
Al día siguiente nos despertamos sin prisas, somos un
cuarteto un poco perezoso. Llegamos al supermercado donde “Queen Elisabeth” nos
esperaba, nos ayudo a comprar algunas cosas para llevarles a los Himbas, parece
ser que es lo que está establecido aquí, un saco de maíz, unos caramelos,
azúcar y si le hubiéramos dejado se hubiera llevado medio supermercado.
La aldea que fuimos a visitar no estaba ni a 10 kilómetros de
Opuwo, aunque “Queen” nos había asegurado que íbamos a una no turista a mas o
menos 20 km. Nada más salir del coche aparecieron de la nada mujeres y más mujeres
de la tribu que en 2 segundos desplegaron sus bolsas y empezaron a enseñarnos
todos los abalorios que podíamos comprarles, pulseras, collares, brazaletes,
etc…..No sé cuánto tiempo estuvimos en ese poblado, pero el 80% fue regateando
y comprando chorraditas. Después nos metieron en una de sus casas, circular, de
madera, barro y paja, donde una cría de 14 años nos mostro cómo y con que se
perfuman y cómo y con que se untan los cuerpos y el pelo de rojo. Fue interesante.
Los Himbas no se lavan con agua, “Queen” nos aseguro que no era porque no la tuvieran,
la tienen, pero según ella, que tiene raíces Himbas, es porque simplemente no
les gusta lavarse, por alguna longeva y estoy segura que explicable razón que
no nos llego a decir, así que se untan la grasa que sacan de una planta mezclada
con el polvo que consiguen moliendo la piedra roja que abunda en el lugar que es
una especie de rodeno. Todo eso les protege la piel y el pelo de la suciedad y
de la infección. Para el olor, usan su
propio perfume, queman la corteza de un árbol, como si fuera incienso y se la
acercan al cuerpo para que penetre en los poros de su piel.
Su alimentación se resume a leche de vaca con maíz, pero a
simple vista no parecen muy desnutridos. Estoy segura que en pleno siglo 21 algo habrá
cambiado pero no llegamos a verlo.
Nos fijamos que a todas las mujeres les faltan 2 dientes de
la parte inferior, se los quitan para imitar a las vacas, que no los tienen.
Los hombres estaban por ahí sentados, ninguno llevaba ningún
ropaje tradicional, “Queen” nos dijo que
las cosas están cambiando, muchos de los niños estudian y casi todos ellos
cuando crecen elijen “la otra vida” como la llama ella, como ella misma elijio,
lo que no consiguieron los cansinos misioneros cristianos en la colonización lo
está consiguiendo poco a poco el avance implacable del progreso. Ellos solo
observaban, parecían como aburridos, cansados de la vida que les toca vivir, ni
siquiera se movieron con nuestra presencia, bueno si, cambiaron de lugar cuando
el sol hizo que la sombra lo hiciera también. No sé porque la mayoría de las
mujeres siguen llevando el mismo disfraz que hace cientos de años, pienso es
una mezcla entre la tradición, la coquetería, y en resumen la llamada de
atención, que es la base del pequeño negocio que tienen para conseguir algo de
dinero con que comprar algún capricho de la atrayente vida occidental que ya
está a su alcance, algún bolso, algún sujetador que se ponen y enseñan sin
pudor y sin vergüenza, o tomarse alguna cocacola o cerveza cuando van al pueblo.
En fin, supongo que nada es eterno, y nadie puede negarles el cambio cuando el
resto de la humanidad lo ha elegido ya hace tiempo, pero es un placer y un lujo
haber visto un corto suspiro de ese diferente y centenario estilo de vida.
A la vuelta a Opuwo estábamos ya tan metidos en esa
atrayente y diferente vida africana que ninguno queríamos irnos, así que
paramos en un bar y perdimos algo de tiempo tomándonos un par cervezas para
alargar el momento y observar esa extraña y nada aburrida vida local antes de
que nos decidiéramos a partir, una pena…….. pero “ the show must go on”…….quien
sabe lo que nos espera en el próximo rincón de este precioso país………
Escrito por Ariadna.
con diferencia es los más gratificante...la gente! nos pasó lo mismo al sur de etiopía con los karo, hummer, mursi..al final es un poco zoo humano, pero como bien dices (y escribes!) vale la pena. aunque solo se pueda ver ya un resquicio. buri
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